lunes, octubre 22, 2007

Un poco de mañana

Cierro mis ojos… pienso en ti y soy feliz!
Te recuerdo sonriente, cansado, afanado… te recuerdo mío.
Sé que muchas cosas han cambiado ya, algunas no volverán a ser las mismas, otras simplemente ya no están… y hay otras… otras que preferiría no hubieran llegado, pero ya están. Y como todo en la vida, no nos queda más que acostumbrarnos a ellas. Pero yo no quiero eso…

No quiero vivir a merced de lo que traiga el tiempo, o de lo que esta escrito en el destino… sé exactamente lo que quiero, y te juro haré lo posible por lograrlo. Pero lamentablemente no depende sólo de mí… y no quiero ni debo persuadirte a que me acompañes en esta aventura.

Creo que ya tienes bastante claro de lo que soy capaz para lograr mis sueños… sólo necesito saber si debo deshacer todo, despintar de azul mi visión del futuro y empezar a poner nuevos matices… a teñir nuevamente de gris

Cosas domingueras

Alguien preguntó en días pasados refiriéndose al “Juicio del Siglo”:
“¿Y por qué dictarán la sentencia un domingo?”
A lo que respondí: “Por que a los circo se va los domingos…”
Todos me miraron con sorpresa… mas nadie refutó lo que dije!

martes, octubre 09, 2007

En carretera


Hoy estoy molesta… muy molesta, aunque no se me note.
Estoy harta de ir por las carreteras y tener que andar temerosa de los camiones. Son unos abusadores los conductores!!! Atento a que son mucho más grande que cualquiera, van por ahí dando bandazos como unos locos, sin importar lo que esto pueda causar. Aparte debes cuidarte por todo lo que puedan soltar, ya que en su mayoría no llevan nada que cubra la cama, y cuando lo tienen, es una simple lona que va volando a merced del viento y que no cumple para nada su misión… Y si es de noche ni hablar! Ni luz tienen… saben lo peligroso que es eso??? No poder verlos hasta que estés a unos metros de distancia…y ahí vienen las maniobras!!!

Pero eso es una prueba más de que en este paisito no hay ley! :@

viernes, octubre 05, 2007

10 Minutos después

Y la despedida fue “Me voy a desconectar porque tengo que dormir…te llamo justo en 10 minutos”, “Ok” me respondiste.
Apagué la PC, la guarde en el bulto y llevé a la habitación en un santiamén… hice algunas cosas que forman parte de mi rutina “before-bed”... apagué la luz de mi habitación y puse seguro a la puerta… uff! Siempre lo olvido, no pongo seguro cuando voy a dormir, paradójicamente por seguridad. Así que me devuelvo y lo quito. No importa, no me ha tomado más de un segundo hacer eso… todavía no son los “10 minutos exactos”.

Por fin logro acostarme… que rico! Tomo el teléfono y marco, faltan como dos minutos todavía, pero no importa, mejor si puedo hablarte antes… suena una y otra vez y no contestas. No me sorprende, seguro todavía no llegas hasta donde está, después de todo faltan unos minutos. Continúo marcando, ahora sí deberías estar ahí, pero igual nadie responde. Bueno, me digo a mí misma que ya está bueno, pero que continuaré marcando hasta que sean las 12:45, no más de ahí… y fueron las 12:45 y nadie nunca respondió.

Deje el teléfono a un lado y lloré un poco… minutos más tarde estaba llamando de nuevo, con la falsa esperanza de que por fin contestaras. No escuché más que el repiquetear del teléfono... ya falta muy poco para la 1:00 am… Ni modo! Dejo nuevamente el teléfono al lado, esta vez no recuerdo si lloré… pero una vez más pensé que amarte tanto me hace tanto daño…

martes, octubre 02, 2007

Fragmento

Comparto con ustedes lo que según yo, es el mejor fragmento del libro “Diario de una Ninfómana” de Valérie Tasso. Simplemente me gustó en la forma que describe a su amado…

En mi descenso hacia el infierno, me encontré con un pequeño paraíso. Mi Dios particular tenía el aspecto de un hombre maduro, alto, el pelo moreno y un poco canoso, la cara en forma de pera bien madura, los ojos verdes intensos, las manos fuertes, con las uñas un poco cortadas desigualmente. No se las comía, sólo las pielecitas que las rodeaban. Dos o tres pelos sobresalían de su nariz potente. Dios tenía un poco de barriga, que me encantaba. Le daba un aire tierno, sobre todo cuando ponía mi cabeza encima y le acariciaba suavemente. De vez en cuando introducía mi dedo en su ombligo. Siempre me ha despertado curiosidad, pero sé que no le gustaba. Dios olía a brisa y a almendras troceadas, a gotitas de rosa del jardín por la mañana, y a leña recién cortada, y a paja de granja, y a hierba bien verde después de un diluvio. Por la tarde, a las páginas de un libro recién publicado; a yogur natural de leche entera; a león ardiente cuando cae la noche. Y a melocotón blanco, tierno, sin sensación desagradable en los dientes cuando lo muerdes con fuerza. Dios tenía un pelito rebelde encima de la ceja derecha, que yo siempre saludaba cuando nos encontrábamos. Un día desapareció, así que nos pusimos a buscarlo con desesperación entre las sábanas. El pelito rebelde se había ido sin más. Al mes, apareció otro. Es cuando me convencí de que la inmortalidad existe. ¡Dios siempre me sorprendía!

Dios tenía los dientes curiosos. Blancos sí, pero cabalgaban unos encima de otros. Y cuando se reía, le daban un aire de niño pequeño, con sus dientes de leche, que nunca se caen. Dios nunca se peleaba conmigo. Cuando me enfadaba, me observaba con sus grandes ojos y me daba besitos en al frente para tranquilizarme. Dios tenía el instinto de las madres cuando lloran los bebés. Cuando tenía miedo, me cogía en sus brazos y mecía mi cuna invisible.

La boca de Dios era finita, de un rosa pastel, como si llevara carmín, y me trastornaba cuando decía que pensaba en mí en cada fracción de segundo. Dios me enseñó a entregar el más bonito de los regalos: los besos. Él devoraba mi boca. Y yo, la verdad es que no lo hacía muy bien. Pero eso, pocas veces me lo ha dicho.

También lloraba Dios noches enteras, escondido debajo de la almohada, al oír la sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak, cuando me sabía en brazos de otro. Y fue cuando descubrí por primera vez que las lágrimas de un hombre son el mejor regalo para una mujer enamorada.

Dios tenía un pequeño defecto: no sabía pronunciar la c. intenté enseñarle, pero podíamos pasar noches enteras escupiendo sin éxito. ¡Qué divertido era Dios! Pero lo que más me gustaba de él, era recibir su bendición. Dios era generoso, y bendecía cada vez que se lo pedía.